Desde Génesis hasta Apocalipsis, la Biblia es un libro acerca de Jesucristo. En símbolo, en historia, en maravillosa visión profética, en simple relato narrativo, en poesía, en todo aspecto y dimensión, el enfoque siempre se centra en el Hijo de Dios.
Ray C. Stedman y James D. Denney (2009), en “Aventurándonos en el conocimiento de la Biblia” señalan que la única forma de conocer a Dios es a través de las Escrituras, que el Espíritu Santo nos interpreta. Las Escrituras y el Espíritu; no se pueden separar. La Biblia sin el Espíritu lleva al embotamiento, al aburrimiento y aun cristianismo muerto e institucional. El Espíritu sin la Biblia conduce al fanatismo y a la destrucción. Necesitamos al Espíritu junto con la Palabra.
Así como necesitamos el Espíritu Santo junto con la Palabra, estos autores también señalan que debemos estudiar toda la Biblia porque:
• Necesitamos conocer a Dios, por ejemplo, se necesita la historia de la humanidad antes de la caída para saber para qué hizo Dios a la raza humana y entender el tipo de relación que Él tenía en mente cuando creó al primer hombre y la primera mujer. ¡La relación pura e inmaculada que existía antes de la entrada del pecado en el mundo es precisamente la clave de la relación que quiere restaurar con nosotros ahora!
• Necesitamos conocer la vida de los hombres y las mujeres de fe a lo largo de toda la Biblia para ver como obra Dios en situaciones específicas. ¡Cuánto ánimo nos dan estos ejemplos! Al leer estas historias vemos que Abraham, Isaac, Jacob, José, Moisés, Josué, David, Rut, Isaías, Jeremías, Daniel, María, Pedro, Esteban, Pablo, Bernabé, Juan y todos los demás atravesaron las mismas experiencias que nosotros, ¡y echaron mano de la misma fuerza y poder sobrenaturales que están a nuestra disposición! Vemos que Dios colocó a estas personas en encrucijadas propias de sus épocas y registró sus acciones y reacciones, para que viéramos el propósito de Dios en nuestro tiempo y para que vuestras acciones y reacciones fueran guiadas por las lecciones de aquellos que nos precedieron. Vista de esta manera la Biblia no se convierte solo en un “libro religioso”, ¡sino en una guía práctica y pertinente para el vivir diario!
• Necesitamos entender a los profetas para ver cómo obra Dios a través de la historia humana, de principio a fin. Al estudiar lo que Pablo llama la “sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria” (1 Corintios 2:7), comenzamos a conocer los pensamientos de Dios, que no son nuestros pensamientos; y los caminos de Dios, los cuales son mucho más elevados que los nuestros. Como dijo nuestro Señor: “Escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños” (Mateo 11:25)
• Necesitamos conocer los Evangelios para ver la vida perfecta de Jesucristo: Su sabiduría única, Su divino poder, Su dolor humano, Su extraordinaria personalidad, Su carácter sin paralelo y Su sorprendente amor por las personas. En las Escrituras descubrimos la multifacética riqueza y profundidad del único ser humano que fue el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre.
• Necesitamos conocer las epístolas para aplicar las grandes verdades que aprendemos en los Evangelios. Bajo la inspiración del Espíritu Santo, los autores de las cartas del Nuevo Testamento tradujeron sus verdades en principios para las situaciones diarias más prácticas.
• Finalmente, necesitamos conocer el libro de Apocalipsis porque este mundo está acercándose a la hora de la crisis. Tanto a nivel personal como de comunidad de creyentes, necesitamos la tranquilidad y seguridad de que estas tinieblas presentes pasarán, que la vanidad y los horrores cesarán, que nuestra esclavitud terminará, y que Jesucristo se manifestará en este universo y reinará.
La Biblia claramente trasciende todo documento humano, supera lo que cualquier hombre pueda producir. A pesar de la tremenda diversidad de estos autores humanos y el vasto período en que fue escrito, este libro tiene un mensaje, cuenta una historia, avanza hacia un objetivo y centra nuestra atención en una Persona. Sería sencillamente imposible tomar una colección de obras literarias al azar, juntarlas en una sola cubierta y lograr que desarrollen algún tema tan siquiera remotamente relacionado. Semejante colección es sólo posible si detrás de sus muchos autores humanos hay un Autor trascendental. Como Pablo le escribió a Timoteo (2 Timoteo 3:16-17)
Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.
Así mismo estos autores sostienen que la Biblia no solo es la historia de Dios y de Su Hijo Jesucristo. También es la historia de mi vida y de la suya, así como también la de nuestra raza. La Biblia explica lo que somos y cómo llegamos a ser de esta manera. Esclarece la condición humana. Nos instruye, nos exhorta, nos amonesta, nos corrige, nos fortalece y nos enseña. En este libro, Dios incorporó todas las verdades que necesitamos conocer acerca de nosotros mismos.
¿Cómo es que seres humanos ordinarios – algunos de ellos ejerciendo las profesiones u oficios más comunes – captaron los pensamientos y las actitudes de Dios? ¿Cómo fue que el Espíritu Santo los llevó a registrar la Palabra de Dios en vez de meras opiniones de seres humanos? Es un milagro que va más allá de nuestro entendimiento.
¿Por qué este libro ha sido tan importante para Dios y Su pueblo? ¿Cuál es el propósito final de la Biblia? ¿Qué es lo que Dios quiere logar al darnos este libro y enviar al Espíritu Santo para interpretarlo y hacerlo realidad en nuestra vida? La Biblia misma nos da la respuesta. En Efesios 1:19-21, uno de los escritores humanos de Dios, el apóstol Pablo, hace esta asombrosa declaración inspirada por el Espíritu acerca de cómo Dios se nos revela en las Escrituras:
Él nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en el cumplimiento de los tiempos establecidos, así las que están en los cielos como las que están en la tierra. En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo.
¡Increíble! El Creador del universo, el Señor del espacio y del tiempo, el que hizo las estrellas y diseñó millones de galaxias y cientos de miles de millones de estrellas, tiene un propósito para mi vida y para la suya, ¡y Él ha develado ese propósito en Su Palabra, la Biblia! En Efesios 3:8-12, Pablo amplía este pensamiento que conmueve el alma:
A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las insondables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea el plan del misterio escondido desde los siglos en Dios, el creador de todas las cosas, para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús, nuestro Señor, en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él.
Probablemente, la declaración más clara del propósito eterno de Dios para nuestra vidas se encuentra en Efesios 4:11-13, donde Pablo afirma que el Señor Jesús, después de haber culminado Su obra en la tierra por medio de la cruz y la resurrección, ascendió al cielo y dio dones a los seres humanos:
Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.
Este es el propósito de Dios: llevarnos a la madurez. Dios quiere que maduremos para llegar a ser como Cristo. Todo lo que Dios ha hecho en la historia humana, todas Sus obras registradas en las Escrituras y todo el universo físico y moral tuvieron lugar para que usted y yo desarrollemos el asombroso potencial y las maravillosas posibilidades que Dios ha determinado para nosotros. Y la medida de dicha humanidad es la medida de la plenitud de Jesucristo.
Jesús es el hombre perfecto de Dios, la expresión más acabada y completa de hombría y de humanidad que jamás ha caminado sobre la faz de la tierra. ¡Este es el ideal de Dios para nuestras vidas! Eso es lo que nos dice Efesios 4:13: Dios ha planeado que lleguemos “a una humanidad perfecta, que se conforme a la plena estatura de Cristo”. Los pasos hacia esta meta tienen dos aspectos.
El primer paso que nos lleva a esta meta se encuentra en la frase “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe” (Ef. 4:13). Fe es la palabra operativa. La fe siempre es el camino que nos lleva a experimentar todo lo que Dios ha puesto a nuestra disposición.
El segundo paso que nos lleva a esta meta es el “conocimiento del Hijo de Dios”, el conocimiento preciso y pleno del Hijo de Dios. No podemos alcanzar la madurez en Cristo como Dios quería si no conocemos a su Hijo. Por conocimiento, Dios no sólo se refiere a información bíblica, sino a la experiencia personal de Jesucristo. Es la fe, el primer paso, lo que lleva al conocimiento, que es el segundo paso.
El apóstol tiene cuidado de aclarar que no es sólo mi fe o la suya, sino nuestra fe, lo que él llama “la unidad de la fe”, eso nos lleva a este conocimiento. En Efesios 3, Pablo ora para lleguemos a conocer, junto con todos los santos, cuán elevado y amplio, largo y profundo es el amor de Cristo. Esto significa que, a menos que estemos en contacto con otros santos, es imposible poder desarrollarnos correctamente como cristianos. No se puede avanzar hacia la madurez a menos que estemos dispuestos a compartir la verdad unos con otros. Necesitamos unos de otros en el cuerpo de Cristo, y, cuando tenemos comunión, compartimos juntos, adoramos juntos y estudiamos la Palabra de Dios juntos, maduramos juntos y crecemos en el conocimiento práctico del Hijo de Dios.
La Biblia no es sólo una colección de 66 libros escritos por más de 40 autores a lo largo de un período de 15 siglos. Es un solo libro con un tema unificado, un mensaje coherente y una relevancia asombrosa para nuestras vidas aquí y ahora. Es un libro de asombrosa variedad. Sus bellas historias de amor reflejan las más tiernas y delicadas pasiones humanas. Sus historias de intriga y maniobras políticas rivalizan contra cualquier otra cosa que leamos en los titulares de hoy. Sus historias de violencia y sangre casi hacen que se nos hiele la sangre. Sus pasajes poéticos se remontan a las mismas costumbres de la expresión artística y emocional. Tiene narrativas de intenso drama humano. Sus pasajes extraños y enigmáticos, llenos de símbolos y alegorías inverosímiles, son difíciles de penetrar y comprender.
Sin embargo, un tema domina este libro: Jesucristo, el Creador, Redentor y Señor. Primero lo encontramos como una de las voces en la creación que dice. “Hagamos al hombre a nuestra imagen” (Génesis 1:26). Su venida se simboliza y se profetiza a lo largo de todo el Antiguo Testamento; Su vida se detalla por cuadriplicado a través de los Evangelios; y Su carácter se inculca en nosotros mediante las epístolas del Nuevo Testamento. Finalmente, Su reino nos queda ilustrado y Su segunda venida se describe en el libro de Apocalipsis: “ven, Señor Jesús” (Apocalipsis 22:20).
Desde Génesis hasta Apocalipsis, la Biblia es un libro acerca de Jesucristo. En símbolo, en historia, en maravillosa visión profética, en simple relato narrativo, en poesía, en todo aspecto y dimensión, el enfoque siempre se centra en el Hijo de Dios. Él es el secreto, la tesis, el hilo unificador del libro. Al aprender acerca de Él, descubrimos el plan de Dios y Su patrón para nuestras vidas. Entendemos nuestros problemas y encontramos la solución reflejada en Él. Comprendemos nuestras necesidades y descubrimos satisfacción en Él.
Por su parte, Jorge Olivera, en un artículo publicado en el portal de las Sociedades Bíblicas, habla de lo importante que es estudiar la Biblia. Este autor sostiene que lo que aprendemos en la escuela nos ayuda en nuestra preparación para la vida, pero el estudiar la Biblia es aún más importante; porque nos ayuda a presentarnos ante Dios aprobados, como nos enseña el versículo 15 de la Segunda Carta del Apóstol Pablo a Timoteo.
«Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad» 2 Timoteo 2.15 (NT)
Cuando estudiamos la Biblia:
• Encontramos las promesas de Dios en las que podemos descansar.
• Encontramos la ayuda de Dios cuando enfrentamos problemas o tenemos un sentimiento de temor.
• Podremos ver cómo es Dios –quien es el mismo hoy, ayer y por los siglos– y saber, de esa manera, cómo actuó en situaciones similares a lo largo de la historia bíblica.
• Estudiar la Biblia nos enseñará a confiar en Dios y descansar en él completamente.
Por otro lado, estudiar la Biblia y obedecerla cambiará nuestras vidas para siempre:
• La Biblia dice: «Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz» (Hebreos 4.12). La Palabra de Dios tiene el poder de cambiar nuestro interior. No solo nos muestra el camino al cielo sino cómo vivir mientras estemos en la Tierra y cómo honrar a Dios con nuestras vidas.
Si estudiamos la Palabra de Dios, la atesoramos en nuestros corazones y meditamos en ella en cada momento de nuestras vidas:
Si estudiamos la Palabra de Dios, la atesoramos en nuestros corazones y meditamos en ella en cada momento de nuestras vidas:
• Podemos transitar aún los momentos más difíciles sabiendo que Dios cuida de nosotros aún cuando en algún momento en particular pareciera que estamos solos.
Estudiar la Biblia y practicarla:
• Nos permitirá tomar decisiones más sabias y nos ayudará a mantenernos alejados del pecado.
Cuando estudiamos la Biblia:
• Todas sus verdades comienzan a llenar nuestra mente y nuestro corazón de manera tal que nos permite vivir en paz aún en momentos de zozobra (angustia, desesperación), pues «la paz de Dios sobrepasa todo entendimiento».
Estudiar la Biblia nos ayudará a ser más útiles para Dios:
• Al atesorar la Palabra en nuestros corazones, nos permitirá compartirla con otros de forma inteligente, pues de nuestra boca saldrán bendiciones y no maldiciones, palabras de amor y no de odio, palabras de gracia y misericordia y no de juicio y venganza.
Aparte de lo que señala este autor, nosotros podemos añadir otros beneficios que podemos obtener cuando estudiamos la Biblia:
• Al estudiar la Biblia tendremos palabras para hacerle frente al enemigo (Satanás) cuando intente hacernos dudar de nuestra fe o ponga pensamientos equivocados en nuestra mente, pues, la Biblia señala que la espada del Espíritu Santo es la Palabra de Dios:
Tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. Efesios 6:17 (NT)
• Cuando estudiamos la Biblia nuestra fe se levanta, se fortalece y comenzamos a andar en ella y hacemos que los milagros de Dios sean una realidad en nuestra vida.
Respondiendo Jesús les dijo: -Tened fe en Dios. De cierto os digo que cualquiera que diga a este monte: Quítate y arrójate al mar, y no duda en su corazón, sino que cree que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidáis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá. San Marcos 11:22-24 (NT)
• Cuando estudiamos la Biblia descubrimos que nuestro Padre nos ha dado poder para prosperar:
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo…Efesios 1:3 (NT)