SUJECIÓN Y OBEDIENCIA
"Entregarnos como Jesús lo
hizo por nosotros"
Por: Norma Solis Zavala
La Biblia nos dice que debemos
obedecer a nuestros pastores, y sujetarnos a ellos, porque velan por nuestras
almas, como quienes han de dar cuenta (Hebreos 13:17). Quizás te has preguntado
¿Cuál es el límite de la sujeción? ¿Cuál el de la obediencia? Habrá un lapso en
el cual uno está en la brecha y dice ¿Me sujeto a Dios, a mi pastor o a mi
líder? ¿Obedezco a Dios, a mi pastor o a mí líder? Hoy quiero hablarte de la sujeción
y obediencia en el llamado que Dios te da.
¿QUÉ ES SUJETARSE A LA VOLUNTAD DE
DIOS?
Para obedecer primero tenemos que
sujetarnos a un tipo de autoridad y ésta es la parte más difícil para el varón
y para la mujer, cuando se trata de sujetarse a su pastor o a su líder. Pero
has pensado alguna vez que es sujetarse a la voluntad de Dios... La Biblia dice
que tenemos que poner nuestros ojos en Jesús. ¿Te has preguntado por que? ...
Porque siendo Dios, se despojó a sí mismo y se hizo siervo, semejante a los
hombres y en esta condición se humilló, haciéndose obediente hasta la muerte
(Filipenses 2:6-8). Tomando como modelo a nuestro Señor Jesús, aquí encontramos
lo que es la sujeción:
1.- Aceptar la autoridad de Dios.
2.- Despojarse a sí mismo (del
orgullo, del yo, de todo aquello que impide obedecer a Dios).
3.- Humillarse a sí mismo,
hacerse dependiente de Dios, para exaltar su nombre.
4.- Obedecer hasta el fin a Dios,
aunque esto implique la muerte (cumplir con tu propósito).
¿QUÉ ES LA OBEDIENCIA A DIOS?
Cuando Jesús entró en el mundo
dijo: "Vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, quita lo primero para
establecer esto último" (Hebreo 10:7-9); pero llegó el tiempo en que tenía
que decidir obedecer a Dios y sujetarse a lo que Él había dispuesto o hacer su
voluntad y no morir en la cruz. Tal era su agonía (Hebreos 5:7) que llevó
consigo a tres discípulos suyos y dejándolos, se apartó de ellos y oró
diciendo: "Padre si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi
voluntad, sino la tuya". Otra vez oró y dijo: "Padre mío, sí no puede
pasar de mí esta copa sin que yo la beba; hágase tu voluntad" y volvió a orar
por tercera vez diciendo lo mismo (Lucas 22:39-46, Mateo 26:36-46). En
consecuencia la obediencia es anteponer tu voluntad o tus deseos a lo que Dios
ha establecido, confiando en que Él tiene cuidado de ti, aunque parezca todo
desmoronarse frente a ti. La obediencia no implica consultar a terceros, es
sólo entre Dios y tú. La obediencia nos perfecciona, porque nos entregamos a
Dios, como Jesús lo hizo por nosotros.
¿QUÉ IMPLICA EL LLAMADO?
Para entender lo que Dios pide en
el llamado, primero tenemos que conocer que es lo que Dios demanda de sus
siervos. "Poco es para mí que tú seas mí siervo para levantar las tribus
de Jacob, y para restaures el remanente de Israel, también te di por luz de las
naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra" (Isaías
49:6). En el llamado esta involucrado tres aspectos fundamentales:
1.- Levantar a los miembros de la
iglesia.
2.- Restaurar a los miembros
apartados.
3.- Ser luz de las naciones
(evangelizar).
La voluntad de Dios es que todos
se salven, Jesús ordenó a sus discípulos que predicaran el evangelio a toda
criatura (Marcos 16:15) y se hiciera discípulos (Mateo 28:19-20) y en Efesios
4:11-12, señala que los ministerios (apóstoles, profetas, evangelistas,
pastores y maestros) establecidos por Dios, son para perfeccionar a los santos
y edificar a la iglesia, para llegar a la unidad de la fe y a la perfección de
Jesucristo.
LA SUJECIÓN Y OBEDIENCIA EN PABLO
En el llamado de Pablo (Saulo)
podemos observar que fue Jesucristo quién lo llamó, no fue el hombre, ni el
profeta, tampoco se ofreció como voluntario para ser apóstol – Sabía quién
era, a quienes había sido enviado y que iba a sufrir
persecuciones (Hechos 9:1-19, 21:12-13, 26:15-18). En él
vemos la sujeción y la obediencia en el llamado;
Jesús se le apareció a
Pablo y dijo: "¿Quién
eres Señor? – Yo soy Jesús a quién tu persigues "- Él temblando y temeroso dijo: "Señor ¿Qué quieres que yo haga? – Levántate, y ponte sobre tus pies,
porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo".
Cuando Pablo estaba por concluir su ministerio, decidió volver a Jerusalén y el
profeta Agabo le confirmó lo que ya sabía, que había de morir por causa de
Jesucristo, pese a que le rogaron que no subiese Pablo respondió: "estoy
dispuesto no solo a ser atado, más aun a morir en Jerusalén por el nombre del
Señor Jesús".
LA SUJECIÓN Y OBEDIENCIA EN
ANANIAS
En Ananias, la sujeción y
obediencia, presenta una característica adicional que nace de su yo, él pensaba
que Pablo no debía de ser llamado al ministerio, por su vida pasada:
"Señor he oído de muchos acerca de este hombre, cuantos males ha hecho a
tus santos en Jerusalén" (Hechos 9:13-14). Pese a las razones o recomendaciones que él podía darle a Dios,
el Señor le dijo: "Ve, porque instrumento escogido me es este".
Ananias decidió obedecer a Dios y fue en busca de Pablo y puso las manos sobre
él (Hechos 9:17) y reconoció su llamado y dijo: "El Dios de nuestro padres
te ha escogido para que conozcas su voluntad. Por que serás testigo suyo a
todos los hombres de lo que has visto y oído" (Hechos 22:13-16).
DESAFIÓ:
Si ya tienes un llamado, sujétate, aférrate a
Dios y obedécele, quizás se levanten obstáculos para hacerte desistir de su
voluntad, recuerda que aun Jesucristo tuvo tales oposiciones, pero antepuso sus
deseos y su voluntad a lo que el Padre había establecido. Pablo se sujetó y
obedeció a Dios, a tal punto que dijo: "Para mi el vivir es Cristo y el
morir ganancia". Quizás encuentres algunos ministros como Ananias por el
camino, recuerda que ellos son siervos de Dios y se sujetaran a Dios y
obedecerán y reconocerán tu llamado. Pero tú, se fiel y cumple tu ministerio
(llega a tu meta, al supremo llamamiento en Cristo Jesús).
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