martes, 7 de abril de 2015

EL ANHELO DEL CORAZÓN DE DIOS Y TÚ



EL ANHELO DEL CORAZÓN DE DIOS Y TÚ

“Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre” (Hebreos 6:10).
 por: Norma Solis Zavala

Sabías que Dios quiere darte mucho mas de lo que puedas imaginar o soñar. Él ha preparado para todos aquellos que lo aman cosas que nadie jamás ha podido ver, ni escuchar ni imaginar (1 Corintios 2:9). Dios sabe cuales son tus necesidades esenciales (Mateo  6:25-34), así como también sabe cuales son las peticiones de tu corazón  (Salmo 37:4). Hoy quiero hablarte del anhelo del corazón de Dios y del anhelo de tú corazón.

Para algunos es fácil pedir el anhelo o petición  de su corazón y para otros le  es difícil hacerlo. Lo que mas pedimos es alimento, ropa, casa, salud, trabajo remunerado, luego intercedemos a favor de otros;  sí estas en el  ministerio pides recursos materiales, humanos; luego  sabiduría e inteligencia, para guiar a su pueblo o para  apoyar con efectividad en un ministerio y hacer su voluntad. Al cabo de algún tiempo te das cuenta como Adán que  estas solo o sola y ahí comienza el anhelo de tu corazón - lo que llena tu vida - y comienzas a pedir tu ayuda idónea.

Esta parte  intima  y personal  tanto de varones como de mujeres, pareciera que fuera lo primero que te gustaría pedirle y que Él te responda rápido; pero Dios no siempre obra como tu deseas, porqué Él es quién ordena tus pasos y  aprueba tu camino (Salmo 37:23). Sus pensamientos están centrados en ti, Él busca tu tranquilidad y tu bienestar (Jeremías 29:11). Pero Él requiere de ti fe  y paciencia. 

Muchas veces nos han hablado de la fe, y a veces olvidamos que fe es confiar en Dios, es estar totalmente seguro de que uno va a recibir lo que espera. Es estar convencido de que algo existe, aun cuando no podamos verlo (Hebreos 11:1). Por fe, sabes que Dios ya tiene  “tu ayuda idónea”, pero también Él necesita tu paciencia  para que puedas recibir todo lo que ha preparado para ti (Santiago 1:4).

Así como tú tienes peticiones o anhelos en tu corazón, también Dios lo tiene. El anhelo de su corazón eres tú. Necesita tu amor y tu voluntad sujeta a Él (obediencia). Debemos deleitarnos en Él y Él nos concederá las peticiones de nuestro corazón (Salmo 37:4). Debemos buscar  primero su reino y su justicia y todo lo demás será añadido (Mateo 6:33). Debemos hacer su voluntad, para recibir lo que ha prometido (Hebreos 10:35-36).

En la mujer samaritana y María, podemos encontrar dos formas de amar a Dios. Un amor aprendido por experiencias ajenas a la suya y un amor verdadero, por pasar tiempo con Él. En que se diferencian estas formas de amar... En la falta de conocimiento de quién es Dios, como es Dios, y lo que Dios puede hacer a favor tuyo.

En la historia de la mujer samaritana (Juan 4:1-42), encontramos tres verdades que motivaron a Jesús desplazarse hasta Samaria: 
1) Darse a conocer - revelarse a ella (v.10). 
2) Mostrarle a la mujer que su forma de adorar a Dios no era como lo establecían las costumbres (v.20-24). 
3) Anunciar el reino de Dios (v.25-42).

Ésta mujer, no conocía a Dios, históricamente Samaria se había separado política y religiosamente (cuando se dividió Israel en dos reinos) y solo tenían de la Biblia hebrea el Pentateuco (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio). Cuando Jesús se da a conocer a ella, le dice tres cosas: 
1) Tú no conoces el don de Dios. 
2)  Tú no  conoces quién es el que te pide de beber. 
3) Si lo conocieras tu le pedirías y te daría agua que da vida (Juan 4:10).  

Dios esta dispuesto a darte todo lo que pidas, y más aún, desea darte lo que da vida. Concederte las peticiones de tu corazón.

La clave principal en todo el diálogo que Jesús sostiene con la mujer samaritana gira en torno a su falta de conocimiento de quién es Dios y cómo es. Ella adoraba por costumbres aprendidas, por lo  que había oído, pero Dios quiere que vayas más allá de un simple vistazo y lo conozcas realmente. Cuando Job se quedo sin palabras, Dios se le revelo a él y le mostró todo lo que era, lo que hizo y lo que hará (Job cap.38 al 41).

Los esquemas pre elaborados  que tenía la mujer samaritana en su mente (paradigmas), ajenos a la revelación del conocimiento verdadero de quién es Dios, y cómo es Él, fueron rotos por Jesús, Él se mostró a ella, dándose a conocer. Al fin de su conversación, ésta mujer cambiada por la revelación que recibió de Jesús entro a la ciudad y dijo: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo?” (S. Juan 4:29).

Luego los habitantes de esa ciudad buscaron a Jesús, querían conocerlo no solo por lo que dijo la mujer, ellos querían verlo, escucharlo y palparlo. Pasaron tiempo con Él conociéndole y dijeron: “Nosotros mismos hemos oído y sabemos que verdaderamente es el Salvador del mundo, el Cristo” (Juan 4:42). 

Al tener la revelación de quién es Dios y como es; Job dijo:  “De oídas te conocía, más ahora mis ojos te ven” (Job 42:5) - lo que antes sabía de ti era lo que me habían contado, pero ahora mis ojos te han visto, y he llegado a conocerte- Esto es lo que Dios busca de ti, que no solo sepas que existe, que te ama, sino que lo conozcas. 

Nuestro Señor Jesucristo señalo que era  mas importante pasar tiempo con Él, escuchándole y conociéndole. A Marta le dijo: “Estas afanada y preocupada por muchas cosas; y María ha escogido la mejor parte que no le será quitada (Lucas 10:39-42). María estaba a los pies de Jesús escuchándole, conociendo a su Señor. Aquí encontramos dos verdades: 
1) Las preocupaciones de la vida te impiden pasar tiempo con Dios. 
2) Dios quiere que tú estés escuchándole, conociéndole, para recibir todo de Él.

El conocer a Dios, te dará tanta confianza que podrás entrar osadamente a su presencia, no solo para alcanzar el oportuno socorro, sino también para lograr que su voluntad se incline a tu favor. Abraham, llamado el amigo de Dios, intercedió a favor de Sodoma y Gomorra, porque Lot y su familia estaban allí. Seis veces Dios le dijo: “No la destruiré por amor a ellos” (Génesis 18:23-32).Cuando fue probado, ofreció a Isaac, “Porque sabía que Dios era poderoso para levantar aun de entre los muertos” (Hebreos 11:9).

El conocer a Dios, no solo hará que su voluntad se incline a tu favor, también podrás detener sus juicios, si fallas y te arrepientes. Cuando David, el dulce cantor de Israel,  censo al pueblo, apelo a la misericordia de Dios  y dijo: “Prefieró estar en las manos de Dios, porque sus misericordias son muchas en extremo, que caer en las manos de los hombres” Cuando el ángel fue enviado a Jerusalén para destruirla, miró Jehová y se arrepintió de aquel mal y detuvo la mano del ángel para que no destruyera a los pobladores de Jerusalén (1Crónicas 21:1-27).

El conocer a Dios no sólo te da confianza, también seguridad para obtener todo lo que tu corazón anhela. En la historia de Eliseo y la mujer sunamita (2 Reyes 4:8-37), observamos a una mujer cuyo anhelo era tener un hijo, pero le era  difícil pedirle a Dios; y como ella no pedía, Dios tuvo que usar al criado de Eliseo, para que revelara al profeta cual era la petición de su corazón. Eliseo le dijo:  “El año que viene, por este tiempo, abrazarás un hijo”. Ella sorprendida dijo ¡No se burle de mí! No era incredulidad, ella había perdido toda esperanza de tener un hijo, aun que amaba a Dios y creía en Él, ella no se atrevía a pedir lo que anhelaba su corazón. Pero Dios le dio un hijo y cuando el niño creció murió, ésta mujer activo su fe en Dios, sabía que Él se lo había dado para deleitarse siendo madre e iba a Él para que se lo devolviera y Dios le devolvió a su hijo vivo.  Sara, cuando Dios ya iba a cumplir su promesa se dijo así misma “¿Tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo?”  (Génesis 18:12). Aun que se río, Dios le confirmo el cumplimiento  de su promesa y se deleito siendo madre 37 años (Génesis 21:6-7, 23:1) .

Cuando Dios quiso asegurar a Abraham que cumpliría su promesa, juro por si mismo, para darle lo que había prometido y mostrar a los herederos de la promesa (a ti y a mí) que Él no miente y no cambia. Esto nos consuela fuertemente, porque confiamos en  que Dios nos dará lo prometido. Esta confianza nos da seguridad, es el ancla de nuestra alma, que nos mantiene firme y estable en nuestra posición. Jesucristo nos da  esta confianza porque Él traspasó el velo y entró al lugar Santísimo y nos dejo libre el camino hacia Dios, y es nuestro Sumo Sacerdote (Hebreos 6:17-20). Él intercede por ti, no solo para que seas librado, sanado, prosperado, sino también para que Dios te conceda lo que anhela tu corazón. Por eso Jesús dijo: ”Sí permanecéis en mí, y mis palabras en vosotros, pedid todo lo que queráis y será hecho” (Juan 15:7).

El conocer a nuestro Dios, nos dará seguridad, confianza y gozo completo (1 Juan 1:1-4), Él va cumplir todas sus promesas y entre ellas esta el anhelo o las peticiones del corazón. “Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre” (Hebreos 6:10).


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